La pasada semana, antes de desatarse la marabunta contra Rubiales expuse en un artículo de opinión “Las mujeres y Rubiales”, que el todavía presidente de la RFEF debía dimitir por su comportamiento en el palco, por ser macarra, maleducado, misógino, por los ataques a quienes lo habían criticado y por sus presiones a Jenni Hermoso. Casi al mismo tiempo o un día después se volvió a activar el chip de la marabunta, una jauría de políticos, medios de comunicación y mujeres acompañadas por hombres que emiten una fatua de justicia y condenan a cualquier hombre, si es blanco y español, a la pena que consideren conveniente porque son la inquisición. A partir de ahí se pronunciaron a favor de corriente gente con poco criterio acostumbrada a vivir en la espuma de las olas, convencidos o no de los argumentos de la jauría política y mediática pero siempre a favor de corriente porque lo contrario conlleva críticas, que lo silencien y perjuicios personales dado que en esos actos el poder se manifiesta de forma descarnada: opinas lo que decimos que debes opinar o eres fascista, machista, xenófobo, misógino… y todas esas etiquetas que usan las piaras de personas que se suman siempre a la inquisición contra alguien a quien el poder señala. No es la primera vez y no por la gravedad de los hechos acontecidos. Es una selección partidista sectaria, que deciden el Gobierno y su entorno al que se suman enseguida los meaperros del poder y muchas asociaciones que viven de subvenciones de nuestro dinero, que se ven obligadas unas, y comparten esos “valores” otras, para linchar a un personaje que se merece un reproche social pero no ésta jauría inmisericorde, sin principios ni reglas, porque es como si alguien que comete un delito y merece un reproche penal,...
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