Hoy más que nunca cobra relevancia y vigencia la sentencia hecha pública por Benjamín Franklin al pronunciar la frase según la cual “nunca hubo una guerra buena o una paz mala”. Ante esa reflexión, propia de un estadista comprometido con las mejores causas en pro de la convivencia pacífica entre los seres humanos, aun con las ideas y creencias más divergentes, choca, estrepitosamente, la exaltación manifestada a favor de los jóvenes palestinos por parte del líder supremo de Irán, Ali Jamenei, para quien es “motivo de orgullo el ataque sorpresa contra Israel”. Para Ali Jamenei la masacre ejecutada, arteramente, por esos grupos terroristas merecen, en vez de una condena y un firme repudio, “besar la frente y las manos de los inteligentes y habilidosos diseñadores de esta operación y de la juventud palestina, estamos orgullosos de ellos”, afirmó el dirigente en una ceremonia de graduación militar, es el mismo líder supremo iraní, que días antes del ataque, publicó en redes sociales que, “el régimen sionista es un cáncer que está a punto de ser exterminado por el pueblo palestino”. Es sin duda una apología a la guerra, con su consabida escalada de violencia y consecuente mortandad esparcida en todos los terrenos. Nada diferente a la línea que desde La República Islámica de Irán se ha trazado para definir la enemistad hacia Israel de quien se declaran adversarios virulentos, y ven como un peligro existencial mutuo, mientras pugnan por la hegemonía regional y mantienen una guerra encubierta con ciberataques, asesinatos y atentados. Es evidente e innegable que desde Teherán se apoya descaradamente al grupo libanés Hizbulá, a la Yihad Islámica y al movimiento islamista Hamás, incluso, por las redes sociales circulan mensajes en los que factores relacionados con esos actos terroristas “agradecen a Irán el apoyo con armas” para haber podido...
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